Donald Trump se sentó al lado de Barack Obama, que estaba seguido de George W. Bush y Bill Clinton
Mientras se dirigían a las primeras bancas de la catedral nacional de Washington, vestidos con trajes oscuros y rostros solemnes en su mayor parte, cinco presidentes de Estados Unidos actuales y anteriores se reunieron para el funeral de Jimmy Carter. Durante una ceremonia que se prolongó más de una hora, las disputas, agravios y enemistades que habían marcado sus campañas rivales y políticas divergentes dieron paso a un momento reverencial por uno de los suyos.
Barack Obama y Donald Trump, los primeros dos del grupo en tomar asiento el jueves, se dieron la mano y charlaron durante un buen rato. Trump, el expresidente que volverá a ocupar la Oficina Oval en 11 días, se inclinó y escuchó atentamente a su predecesor, a pesar del abismo político entre ellos. En ocasiones ambos sonrieron.
Trump regresó más tarde a su club Mar-a-Lago en Florida el jueves por la noche para reunirse con gobernadores republicanos y se negó a decir de qué hablaron él y Obama, pero bromeó: «Debo decir que pareció muy amistoso».
«No me di cuenta de lo amistoso que se vio. Dije: ´Vaya, se ven como dos personas que se caen bien y probablemente nos caemos bien´», señaló. «Tenemos filosofías un poco diferentes, ¿verdad?, pero probablemente nos caemos bien».
El presidente electo agregó: «No sé. Simplemente nos llevamos bien. Pero me llevé bien con casi todos».
Obama, quien asistió al funeral de Carter sin su esposa Michelle, compartió una banca en la segunda fila con los expresidentes George W. Bush y Bill Clinton, junto con sus cónyuges. El presidente Joe Biden y la primera dama Jill Biden llegaron los últimos y se sentaron en la banca ubicada delante de ellos.
Los miembros del exclusivo club de los presidentes se comportaron en forma muy adecuada. Unidos por la presidencia, rara vez se critican entre sí ni al ocupante actual de la Casa Blanca, aunque Trump ha violado frecuentemente esas reglas. Ha elogiado y criticado a Carter en los últimos días, y se quejó de que las banderas aún estarán a media asta para honrar al presidente fallecido el día en que Trump inaugure su mandato.
En un momento aparentemente frío, Trump levantó la vista cuando la vicepresidenta Kamala Harris, a quien derrotó en las elecciones de noviembre, entró en la catedral, pero no se movió para saludarla mientras ella y su esposo Doug Emhoff tomaban asiento directamente frente a él y Melania Trump. Harris tampoco lo saludó.