“Si no puedo correr, caminaré. Si no puedo caminar, me arrastraré. No me detendré”, prometióCéline Dion con la voz entrecortada en el tráiler del documental que acaba de lanzar y que muestra una de las etapas más críticas de su vida. Y parece pelear por cumplir su juramento. Es que, desde que en 2022 fue diagnosticada con el síndrome de la persona rígida (SPR), que afecta al sistema nervioso y le provoca espasmos musculares, la artista debió alejarse de los escenarios y concentrarse en un exhaustivo tratamiento para mejorar su calidad de vida. A pesar de ello, nunca bajó los brazos.
Prueba de eso es que este viernes y pese a las dificultades, se animó a participar de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos París 2024. La icónica intérprete que inmortalizó temas como “My Heart Will Go On” y “Power of Love” volvió a cantar, al menos por unos minutos.
No es la primera vez que Dion participa en un evento de esta magnitud. En 1996, la cantante inauguró los Juegos Olímpicos de Atlanta interpretando “The Power of the Dream” ante una audiencia televisiva de 3,500 millones de personas en todo el mundo. Esta vez la expectativa se centra en torno a su regreso, ya que su último concierto se remonta a marzo de 2020 en la ciudad de Newark, en Estados Unidos, cuando su gira mundial “Courage World Tour” se vio interrumpida por la pandemia, primero; y luego, por sus asuntos de salud.
“No es justo para ustedes que siga aplazando espectáculos y, aunque se me rompe el corazón, es mejor que cancele todo hasta que realmente esté preparada para regresar a los escenarios. Quiero que sepan que no me rindo… ¡y que estoy deseando verles de nuevo!”, dijo entonces en un comunicado.
Y eso sucedió hoy, al menos por un instante, confirmando los rumores que mantuvieron en vilo al mundo. Según habían informado los medios franceses, la cantante llegó a París en un jet privado desde su hogar en Las Vegas y se hospedó en una suite del Royal Monceau en los Campos Elíseos. Se dice que por su actuación recibió un pago de dos millones de euros (aproximadamente 2,3 millones de dólares).
Lady Gaga fue el primer número musical de la tarde-noche en la ciudad francesa, en medio del desfile de las delegaciones por el río Sena, e interpretó el clásico “Mon truc en plume”, de Zizi Jeanmaire, canción emblemática del music-hall francés. Luciendo un traje negro y rodeada de bailarines que agitaban plumeros rosas, la cantante estadounidense desplegó su talento en la fiesta olímpica tanto con su voz como desde el piano.
Para finalizar una ceremonia que se acercaba a las cuatro horas, llegó el momento más emotivo de la jornada, cuando a las 18.24 hora argentina, la canadiense paralizó al mundo con “L’hymne à L’Amour”, de Edith Piaf, interpretada en su idioma original.Cuatro años después, la voz de Dion volvió a escucharse en público.
El escenario no podía ser más apropiado, salido de un cuento de hadas, o de una novela de folletín. Al pie de la Torre Eiffel y ante los ojos del planeta. Acompañada por un piano con look a lo Eva Perón, de vestido perlado y el cabello rubio en un rodete, justo en un aniversario de su muerte. Y con el caudal inigualable de su voz. Unos minutos que valieron por tantos años de sufrimiento. Y que la ubicaron en un sitial privilegiado en la historia de los grandes musicales vinculados al deporte.